lunes, 18 de febrero de 2008

Pastoral Patriarcal de la Esperanza - Ancianidad - Monseñor + Jorge Sandes


INCLUSION DEL ADULTO MAYOR


Muchos de nuestros queridos viejos llegan a la edad de la jubilación o cese de sus actividades por que lo ha dictado la sociedad en que vivimos; y se sienten todavía en plenitud para la realización de sus trabajos. Frecuentemente nos encontramos con personas de edad avanzada que están plenamente en forma, totalmente ¨vigentes¨, lucidas y llenas de iniciativas y planes de trabajo, proyectos por cumplir. Aunque vean disminuidas sus potencialidades físicas al llegar a la vejez, sienten sin embargo que su mente sigue lucida y con ganas de hacer buenas cosas, que permanecen inalteradas.
A pesar que ellos se ven así de bien, la sociedad les dice por medio de la jubilación `por ejemplo, u otras señales, que ya se deben retirar y dejar a gente más joven y nueva, retirándose de sus actividades.
Unas de las primeras nesecidades del ser humano es la de sentirse aceptado, querido, acogido, perteneciente a algo o a alguien, y en estos sentimientos es en lo que se basa la autoestima. Esta consiste en saberse capaz, sentirse útil, considerarse digno. Por lo tanto no puede haber autoestima si el individuo percibe que los demás prescinden de él.

Analicemos con más detalle la autoestima. Consiste en las actitudes del individuo hacia si mismo, cuando estas actitudes que mantiene son positivas se habla de un buen nivel o alto nivel de autoestima. Cuando hablamos de actitudes incluimos el mundo de los afectos y sentimientos y no sólo el de los conocimientos, dado que los componentes de la actitud encierran gran variedad de elementos psíquicos.
De ahí que se debe de hacer un énfasis en la educación y formación de los hermanos, interesándonos mucho en la formación de actitudes por que es la única manera de asegurarnos una formación integral y no fraccionada. Por lo mismo que las actitudes se encuentran integradas con factores cognitivos, afectivos-emotivos y conductuales, es muy difícil cambiarlas pues radican en lo mas profundo de la personalidad.



En vistas de lo anteriormente mencionado si a una persona se le dice que ya no hace falta, es muy probable que se este influyendo en el deterioro de su autoestima, al hacerle ver que el grupo puede prescindir de ella, que su pertenencia al nosotros´ no es tan evidente¨.

Reciente estudios científicos indican que las emociones positivas y negativas influyen en la salud, mas de lo que se suponía hace unos años, y que si no logramos un desarrollo afectivo optimo no se desarrolla la inteligencia: así es que hay una relación directa entre entre el afecto y el desarrollo cerebral, intelectual; la inteligencia depende de la vida de la niñez, cuando se va estructurando la persona. De aquí que podemos reafirmar la importancia, y relavalorizar el afecto.
Hoy en día sabemos que la inteligencia es mucho mas que una determinada función de la mente humana, el hombre a la hora de actuar de alguna manera y de tomar determinadas decisiones, no lo hace tanto guiado por su inteligencia cognitiva, sino guiado por sus impulsos, emociones y sentimientos que le afloran, orientado y guiados por un sistema de inteligencia emocional

Los parámetros y valores; culturales y sociales imperantes en la sociedad favorecen poco la autoestima del anciano. El modelo cultural que impera entre nosotros es un modelo simplista que imagina el desarrollo de la vida en términos de comienzo, plenitud y decadencia. Según este esquema el ser humano esta condenado fatalmente a ser testigo de su propia decadencia y necesariamente su autoestima será cada vez más frágil y venerable. Subyace aquí una ideología físico-biologista que reduce al hombre a pura conexión de células, que como ley de la vida se van envejeciendo y deteriorando. Es una ideología del ¨viejismo¨ que hay que superar. La razón y la afectividad no decaen al ritmo de la decadencia biológica, y al contrario al contrario crecen y se fortalecen en el anciano (saludable) hasta el último día de vida.
Enséñame Señor, a saber aceptar lo de cada día: a saber caminar pisando firme, para andar por el camino que conduce a la Paz temporal, y sobre todo a la eterna.


v Educar para la vida y el Amor

El sentido de la vida y la felicidad brotan de ese sentido de amor que se encuentra alojado en la esencia del ser humano: la condición humana, según el filosofo Julian Marias, reside en que el hombre es intrínsicamente amoroso, es realidad amorosa. Solo se sienten realizadas las personas capaces de amar en entrega generosa, así como Dios Padre tiene para con nosotros sus hijos.
La condición intrínseca del amor es la permanencia; el amor nunca muere no se destruye, se proyecta para siempre en la persona amada. El amor es infinito, es eterno, no se acaba con la muerte. El amor es mas fuerte que la muerte (Cnt. 8,6).
Parece comprobado que los hombres y mujeres que aman son los que viven mejor el sentido de la vida y de la muerte. Cuando se pierde un gran Amor la consecuencia capital es que se ama menos todo lo demás, y no dan ganas de seguir viviendo, pero debemos de saber y pensar que ese Amor no se termia, sigue con nosotros por toda la eternidad.


A modo de resumen y para terminar, pongamos los valores de moda y construyamos una sociedad de todas las generaciones, donde nadie quede excluido, donde viejos y jóvenes tenga igual cabida. No desperdiciemos el valiosísimo capital humano que tienen los adultos mayores, que cada vez mas son necesarios para ayudar a las generaciones venideras y a desarrollarse y realizarse como personas, para que el día de mañana puedan ser, seres plenos en esta vida, seres de justicia, seres con valores y sobre todo seres de amor para dar y recibir.
De la cosmovisión de los valores, será posible crear una sociedad, sin exclusión donde todos seamos iguales con las mismas oportunidades; pero todo esto se debe de fomentar tanto en la educación institucionalizada , como desde la informal, el día a día. Toda una ambientación que no lleva a valorar en serio los carismas de los adultos mayores.
· Gratitud: no todo se ha de medir con el parámetro de la eficiencia, ante una sociedad, demasiado ocupada necesitamos imperiosamente el testimonio gratuito de amor procedentes de los ancianos.
· Memoria: recordar las propias raíces es ser fiel a uno mismo, si se pierde el sentido de la historia se pierde el sentido de la identidad. El diálogo entre las generaciones permitirá guardar viva la memoria, para que no se repitan lo errores del pasado, y nos animemos con sus aciertos.
· Experiencia: la técnica y la ciencia no pueden remplazar la experiencia. Hoy en día vivimos con mucha prisa, ansiedad, agitación, neurosis. El anciano capta bien la superioridad del ser a la de hacer y tener; su presencia permite una visión más completa de la vida, y no ayuda a valorar la sencillez. el silencio y la contemplación.

De los carismas propios de la ancianidad podemos obtener elementos validos, para la humanización y es un granito mas que contribuye a la edificación del Reino de los Cielos en la tierra.


Monseñor +Jorge Sandes
Obispo de la Diócesis San Mario Pataleo
Secretario Patriarcal
Pastoral de la Esperanza

Bibliografía:
1. BONET, J.V.: Autoestima y evangelio. Vida Nueva. N 2197.7 14 de Agosto Madrid.
2. SCHCÒKEL Luis.: Esperanza, meditaciones bíblicas para la tercera edad. Sal Térrea, Santander 1991
3. VARIOS: La salud y la enfermedad en la tercera edad. Trastornos psicológicos en la tercera edad. Folios. Barcelona 1994